El ventilador oscilaba en el techo generando los múltiples movimientos de luces que animaban la habitación. Sus cuerpos yacen sobre la cama desde hace no más de un día. El observa el borde inferior de los ojos de ella. El terror que se desliza junto a una sombra se suspende por unos segundos en la boca de su estómago, luego el vacio. Las ojeras, en una perfecta intromisión, comienzan a asomarse en sus ojos (los de ella) como intentando hacer algún tipo de demostración: el tiempo. Ella balbucea alguna frase conocida, la desnudez la ridiculiza, lo haría inclusive con la más severa sentencia. Ya no tenían 18 y en sus rostros comenzaban a dibujarse las emociones de una manera permanente. Pensó “Soy un artista ¿Cómo podría comprenderlo?”. Y es que el arte no es otra cosa que aquella querella entre el hombre y el tiempo en la que ya de antaño se disputan la belleza. El pintor que traza el esqueleto de una clase alta decadente, el músico que emociona los matices al final para atrapar el despertar de un día, el fotógrafo que con la precisa ambición se apodera de una vanidosa expresión, el escritor que desparrama su infancia en un frase, todos ellos no son más que una muestra de la antiquísima lucha del hombre con lo efímero de su naturaleza, el hombre que perdura es solo una idea del hombre. El frio del metal en su mano lo atemoriza pero se niega a verla envejecer, la perfección de su rostro es su obra maestra. “Pensé que el estruendo sería descomunal”. Su respiración conspira hasta el final y se detiene, el minuto es eterno. Sabe que la siguiente bala le corresponde pero sus extremidades son autómatas, no tiemblan ni vacilan. El cuarto se colorea de una extraña sinestesia, lo múltiple se vuelve uno, los sonidos ya son sordos, la razón ya olvido. “Habrá salido?”. No llegó a sentir su cuerpo golpeando el suelo.
Fue en el primer desierto. Dos brazos arrojaron una gran piedra No hubo un grito. Hubo sangre. Hubo por primera vez la muerte. Ya no recuerdo si fui Cain o Abel. J.L.B
viernes, 4 de febrero de 2011
miércoles, 2 de febrero de 2011
La Musique
"El ruido tiene una ventaja. No se oyen las palabras. Se dio cuenta de que desde su infancia no hace otra cosa que hablar, escribir, dar conferencias, inventar frases, buscar expresiones, corregirlas, de modo que al final no hay palabras precisas, su sentido se difumina, pierden su contenido y se convierten en residuos, hierbajos, polvo, arena que vaga por su cerebro, que le duele en la cabeza, que es su insomnio, su enfermedad. Y en ese momento sintió el anhelo, oscuro y poderoso, de una música inmensa, de un ruido absoluto, un bullicio hermoso y alegre que lo abrace, lo inunde y lo ensordezca todo y en el que desaparezca para siempre el dolor, la vanidad y el nihilismo de las palabras. ¡ La música, la negación de las frases, la música, la antipalabra! Anhelaba estar durante mucho tiempo abrazado a Sabina, callar, no decir ya nunca más una sola frase y dejar que el placer se funda con el estruendo orgiástico de la música. En medio de aquel feliz ruido imaginario se durmió."
Milan Kundera
Milan Kundera
miércoles, 26 de enero de 2011
La Insoportable Levedad del Ser
“Aquel que quiere permanentemente llegar más alto tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo. ¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? Pero ¿Por qué también tenemos vértigo en un mirador provisto de una vaya segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída, el vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos trae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados"
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